dilluns, 28 de febrer del 2011

Tren amarillo, tren de sueños.



Hola chicos, aùn no he escrito nada en este blog porque no sè còmo empezar, bueno, me alegro de poder compartir con Uds. algo de lo que normalmente escribo, no soy escritor ni pretendo serlo. Me gusta escribir y cuando lo hago, dejo que mi mano se deslice àgilmente por el papel, mi mano se convierte en el instrumento perfecto para plasmar en el papel lo que mi corazòn dicta. El siguiente minirelato lo escribì con motivo del 4to concurso de relatos cortos organizado por T.M.B. (Transportes metropolitanos de barcelona). Espero que les guste. Un abrazo.



Esa noche salì del trabajo màs cansado de lo habitual, tenìa que caminar ràpido para llegar a tomar el metro, transporte que ràpidamente me acercaba a mi destino. Querìa llegar pronto a casa, me sentìa cansado, exhausto. Mientras caminaba, iba pateando piedras imaginarias que encontrè en el camino.

Ese dìa en especial no habìa podido sacar de mi cabeza la imagen de mi hijo, la noche anterior llamè a Ecuador y hablè con èl de muchas cosas, esto me habìa dejado apenado, pensativo, en nuestra conversaciòn, hubo una frase que me dijo que me chocò mucho, en un momento dado me hizo la pregunta esencial y que me hace mucho daño:...Papà, cuàndo vienes?....despuès de explicarle nuevamente las razones por las que tengo que estar lejos de èl, rematò con algo que me preocupò aùn màs.....¡Papà!,...ven ya.

Entrè al vagòn de prisa y con la mirada busquè un asiento vacìo que me permita sentarme, lo necesitaba, estaba tan cansado. Me acomodè en mi asiento para disfrutar del viaje plàcidamente, mi compañero de asiento dormìa o eso me pareciò, en silencio lo envidiè, què ganas tenìa de dormir, de descansar en mi irremplazable cama. El trayecto era un poco largo, habìa subido al tren en "Vìa Julia" y tenìa que llegar hasta la parada de metro "La Pau", por ahì cerca vivo yo. Con desgano saquè el periòdico "20 minutos" y me puse a leer, la verdad, no tenìa muchas ganas de hacerlo, pero me gusta mucho, esto hace el viaje màs agradable, al momento me di cuenta que me estaba quedando dormido, abrì bien los ojos, los pàrpados me pesaban, no querìa quedarme dormido, no debìa hacerlo, mas el cansancio podìa conmigo, el Dios Morfeo desde su lugar invisible, me invitaba a estar con èl.

Tuve mucha suerte de haber pillado este maravilloso tren màgico, escuchè por el altoparlante una voz femenina, suave, melodiosa que decìa:... "Se comunica a los señores pasajeros que por causa de una incidencia involuntaria, este tren no pararà en ninguna de las estaciones, los usuarios que deseen pueden aprovechar la picada para trasladarse donde su imaginaciòn los lleve, este tren los llevarà donde deseen"...todos nos pusimos nerviosos, no entendìamos lo que estaba pasando, què querìa decir exactamente, le preguntè al pasajero de en frente y me explicò que este tren era "màgico", que te llevarìa donde tus sueños te lleven. Desee con todas mis fuerzas ir a "Ecuador".

Dentro de poco, el tren "màgico" me llevaba a cumplir mi sueño, el trayecto fue muy divertido, no fue cansado como otras veces. Cuando mi hijo me vio, se sorprendiò, no entendìa lo que pasaba, lo tomè de la mano, subimos al tren de prisa y regresamos. El Ocèano Atlàntico era una perfecta autopista negra por la que el tren se deslizaba suavemente, lo ùnico que se escuchaba afuera era el sonido del viento con su melodìa vibrante.

Al poco rato, mi hijo y yo bajamos del tren y nos dirigimos de prisa a la màgica fuente de "Montjuic", siempre habìa querido conocerla, y mucho mejor hacerlo en compañìa de èl. Nos sentìamos hechizados, hipnotizados por èlla. Desde arriba, el agua de mil colores nos invitaba a subir, tomados de la mano, levitamos hasta lo màs alto de la fuente, corrimos por el filo del agua, nos mojamos con el agua de arcoiris que nos tocaba desde abajo. Jugamos, reìmos, lloramos, conversamos. Ya cansados de jugar, nos deslizamos por una cascada azul turquesa que besaba nuestros pies.

El viaje estaba llegando a su fin, el tren amarillo, el tren de los sueños, me habìa concedido un deseo: traer a mi hijo conmigo y compartir junto a èl este maravilloso momento.

Una voz por el altoparlante del metro escuchè vagamente: "pròxima estaciòn "La Pau", final del trayecto". Abrì los ojos con dificultad, me incorporè confundido de mi asiento y al instante despertè por completo.

El viaje habìa terminado. El tren estacionado aguardaba paciente al gentìo que esperaba. Antes de abandonar la estaciòn, lo mirè por ùltima vez, mentalmente le levantè la mano y le di las gracias por haberme permitido vivir esta inolvidable experiencia.

Con paso lento, pero seguro, abandonè la estaciòn. Abandonè con pena el mejor de mis incontables sueños.

Por: Carlos Elizalde Sànchez.

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