dijous, 17 de març del 2011

UNA HERMOSA LECCIÓN DE AMOR


Esta pequeña historia la escribí tratando un poco de mostrar mi infinita empatía con las personas que sufren algún tipo de discapacidad, muchas veces estamos ciegos, vemos a nuestro alrededor, pero nunca nos paramos a observar un poco a cada una de las personas que conviven con nosotros. Participé el año pasado con esta minihistoria en el concurso anual organizado por (T.M.B). Espero les guste.

Aquél día salí de casa enfadado, minutos antes había discutido con mi novia por una tontería sin importancia, corrí de prisa al ascensor y éste no llegaba, miré el reloj, eran las dos menos veinte y a las dos tenía que estar en mi trabajo, bajé corriendo las escaleras malhumorado, el ascensor nunca llegó.

LLegué a la calle y aligeré el paso hasta llegar a la boca de metro, bajé de prisa hasta el vestíbulo, saqué mi T mes y piqué, al momento sentí un brusco empujón en mi espalda, me giré y miré y vi detrás mío a un joven de gesto arrogante y desafiante, no dije nada, se había colado detrás mío. A veces es mejor no decir nada. Al instante, me dirigí velozmente a la escalera mecánica y bajé apresurado a tomar el metro de la línea dos que sería el que me lleve a mi destino. Tuve suerte, el metro llegó a los pocos segundos de estar esperando, entré en el vagón que estaba como de costumbre casi lleno, encontré un asiento vacío y me senté, nada más sentarme sentí que me observaban, alcé la vista y miré, me topé con la mirada de una pareja que me miraba con desconfianza, con recelo, los miré y les sostuve la mirada como preguntando el por qué me miraban de ese modo, su mirada se hizo más intensa, como de odio, no quería seguir amargándome, quité mi vista de éllos y los ignoré, comprendí que era la mirada típica de gente intolerante y racista.

Saqué mi libro "El nen que no podia créixer" y me puse a leer, tenía que hacerlo, a parte de distraerme, me permitía practicar el catalán que estaba estudiando. No podía concentrarme, a mi lado había una pareja de amigos que no paraban de hablar en voz alta, su conversación no me interesaba, mas me distraía por completo. Más allá a unos metros, una música estridente escuchada a alto volumen por un joven me perturbaba aún más, paré de leer y cerré mi libro; de pronto, cuando levanté mi cabeza para observar a mi alrededor los vi, iban juntos el uno frente al otro tomados de la mano, los miraba y a medida que lo hacía, una especie de paz inundaba mi espíritu, los veía felices, contentos, se decían frases de amor hermosas que apenas alcanzaba a escuchar, parecía como si no hubiera nadie más en el vagón sólo ella y él, no podía parar de ver a estos dos jovencitos con síndrome de Down que estaban frente a mí, no sé, jamás había visto algo parecido, era una escena tierna, emanaban un aire puro, no había maldad ni engaño en su mirada, me pregunté: por qué tenemos que ser así?, por qué las personas llamadas "normales" nos complicamos tanto la vida con problemas mil, en ese momento comprendí que éllos sin saberlo, me estaban dando una gran lección de amor y humildad, quise ser transparente como éllos, quise aprender de este ejemplo que me daban, quise ser diferente, dejar mi orgullo a un lado y volver corriendo a casa, abrazar a mi novia, decirle que me disculpara, había actuado como un niño caprichoso, por una tontería la había ofendido, quería contarle que por primera vez en mi vida había sido testigo de un acto de amor incomparable.

Por un momento me sentí triste, en mi país, todas aquellas personas con algún tipo de discapacidad, no tienen las mismas oportunidades que los demás.

Estaba llegando a mi destino, ya mi mal humor había desaparecido, me apresuré a salir del vagón y caminé de prisa por el andén, al llegar a la escalera mecánica, el lado izquierdo de la misma como siempe estaba ocupado, no me enfadé, subí con paciencia detrás de la persona incívica que tapaba mi apresurado paso, me sentía en paz conmigo mismo, quería disfrutar de esa tranquilidad que me habían transmitido. Subí a la calle y corrí, no quería llegar tarde a mi trabajo.

El metro es un lugar propicio para leer, para crear, para pensar, para meditar, para enamorarse, para escribir; precisamente en un vagón del metro de la línea tres, mientras iba de Cataluña a Roquetes, en el trayecto de ida y vuelta, escribí este minirelato, será hasta una próxima oportunidad.

Por: Carlos Elizalde Sánchez.

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