dimecres, 1 de juny del 2011

Miradas que "sin querer miro"



Desde que llegué a Barcelona hace muchos años, he visto en el metro miradas de diferente índole. Desde el primer instante en que subí al primer vagón, me convertí en un estudioso de la mirada de los demás.
Nunca antes había experimentado como ahora el poder de la mirada, al principio incluso, optaba por quedarme en casa, las pocas veces que salía me sentía observado, estudiado por un sin número de miradas.
Hace mucho tiempo que observo atentamente, pero de forma disimulada cómo observan las otras personas que van en mi mismo vagón.
Hay miradas que se ven perdidas, ojos que miran sin parpadear a un punto exacto de la pared. Este tipo de miradas las conozco perfectamente, son miradas autómatas, idas, lejanas, miradas de gente que está presente físicamente, pero que su mente está en cualquier lugar del mundo que un día al igual que muchos de nosotros dejó.
hay otro tipo de miradas perdidas y cuando las veo, siento una mezcla de pena y desesperanza. Los dueños de estas miradas son aquellas personas que están perdidas en el mundo de las drogas y el alcohol, hablo de pena porque lo tienen todo y lo van perdiendo poco a poco, sin apenas darse cuenta. En cada bocanada de humo, se les va la vida.
Hay otras miradas tiernas, estas son las que más me gustan. Éstas te las dedican los niños y bebés que a menudo van en el vagón. Son miradas llenas de dulzura, de ilusión, de esperanza, de vida. Son miradas únicas, brillosas y potentes como los rayos del sol que sale cada día.
Hay otras miradas que me provocan ternura y admiración, son aquellas dedicadas entre jóvenes enamorados, éstas son intensas, vidriosas, llenas de vitalidad, de fuerza. Son las pasionales e inconfundibles miradas del amor.
En fin, en el metro existen miradas de todo tipo, unas más, otras menos buenas, unas bonitas, otras feas, unas de niño, otras de anciano. Son muchas, muchas la miradas que a diario veo en el metro. Es que los vagones, son un lugar propicio para mirar, para observar, algunas veces disimuladamente, otras descaradamente. En el metro observas y te observan, estudias y te estudian, da igual el número o el color de la línea.
Después de todo, en algo hay que entretenerse; pues muchas veces el trayecto es largo y cansado, y no quiero que el aburrimiento se aproxime a mí.

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